Día 11 (miércoles, 15 de mayo de 2019)
La alarma suena a primera hora de la mañana, pero aunque todavía estamos cansados de la aventura de ayer, nos levantamos con ganas y preparamos todo para la ruta de hoy: Vernal y Nevada Falls, un trail de 13 kilómetros con más de 600 metros de desnivel y en el que se pueden ver dos de las cascadas más impresionantes de Yosemite tan cerca que es imposible salir seco.
Hemos empezado pronto, lo que significa que apenas hay gente en el camino, lo que lo hace más agradable, ya que Yosemite es un lugar que recibe tantas visitas que puede llegar a parecer un parque de atracciones. La subida comienza bordeando un río que baja totalmente embravecido por el deshielo, el sonido es ensordecedor. Seguimos subiendo y pronto una ligera cortina de agua y un gran estruendo nos dan la pista de que Vernal Fall está cerca y que debemos ir sacando los ponchos. El camino sigue por unas escaleras de piedra que van bordeando la impresionante cascada, que tira tanto agua que es imposible llegar arriba sin calarte hasta los huesos. Aunque temí por la cámara, me atreví a sacarla fugazmente para sacarle foto a ese espectáculo llamado Vernal Fall, aunque obviamente no me entretuve demasiado buscando el mejor encuadre, con que la cámara no muriera por culpa del agua me daba por satisfecha. Una vez en la parte superior de la cascada, y aunque esta ya no nos mojaba, no pudimos quitarnos los ponchos pues empezó a llover como estaba previsto. A pesar de ello, nos olvidamos de la lluvia y nos paramos a observar durante un rato las impresionantes vistas antes de refugiarnos en el bosque donde hicimos una parada para comer algo. Volvemos a ponernos en marcha ya que, aunque la mayoría terminan su ruta ahí, nosotros seguimos adelante para llegar a la hermana mayor de Vernal Fall: Nevada Fall.
Pronto entiendo por qué la gente decide no seguir hasta Nevada Fall, ya que el desnivel es mucho mayor y la subida más dura, además la excursión loca por el bosque de ayer se nota en las piernas. Aún así el sacrificio tiene recompensa: mires a donde mires el paisaje te deja boquiabierto e incluso damos gracias a las nubes y la niebla, ya que hace que la atmósfera sea aún más especial y el fresco se agradece en la subida.
Prácticamente toda la subida a Nevada Fall va por el lateral de esta, dejándote en todo momento ver y escuchar la cascada a muy pocos metros, retumbando el sonido, hipnotizados con la vista de semejante masa de agua caer. Todo local con el que hablamos nos asegura que hemos ido en la mejor época para ver Yosemite en todo su esplendor, sobre todo porque las cascadas bajan a tope de agua gracias al deshielo. Tras el último tramo de subida, que se me hace realmente duro por culpa de mi rodilla, llegamos a la cumbre y nos las volvemos a ingeniar para sacar fotos sin que las cámaras sufran por la lluvia, pero es que ese paisaje requiere jugársela. Mientras descansamos arriba aparecen tres escaladores que dicen venir de escalar el Half Dome y me muero de envidia al mismo tiempo que me prometo volver a Yosemite cuando tenga el nivel necesario para enfrentarme a sus paredes de granito.
Nos ponemos en marcha para comenzar el descenso, pero para ello tenemos que sortear de un extremo a otro una gran cortina de agua (no es la cascada de Nevada, pero tampoco es poco el agua que cae) a través de un sendero de un metro de ancho que está inundado hasta más arriba de los tobillos. Va a ser como meterse debajo de una ducha durante varios metros, por lo que intento asegurar las cámaras y móviles minuciosamente porque sé que nos vamos a calar hasta los huesos. Una vez al otro lado, chorreando agua de los ponchos y con los pies empapados de agua helada, comprobamos que el equipo de fotografía sigue vivo y continuamos bajando hasta el parking. Por el camino nos cruzamos a muchísima gente que suba hacia las cascadas; es increíble lo poco que les gusta madrugar aquí. Una vez de vuelta en el camping, nos quitamos la ropa mojada, nos hacemos una comida caliente y al cabo de un rato aprovechamos que la lluvia nos da una tregua para ir a hacer la ruta de Lower Yosemite Fall, que no es una cascada tan impresionante como la de la mañana, pero es una ruta muy corta y cómoda, que estamos exhaustos de la ruta de la mañana. Además está muy cerca de El Capitan, que es nuestro siguiente destino.
En Lower Yosemite Fall nos encontramos algo parecido a Vernal Fall, pero menos impresionante y más masificado. Aquello está lleno de chinos intentando sacarse fotos sin mojarse (lo cual es imposible) y con pintas de todo menos de ir a la montaña. Dejamos atrás aquel lugar y nos acercamos en coche hasta el inicio de una pequeña ruta que te deja a los pies de El Capitan. De camino pasamos por el mítico Camp 4, el camping donde todo escalador quiere alojarse, ya que alrededor de este aquello parece un parque de atracciones para escaladores. Paredes de todo tipo y rocas gigantes en mitad de una llanura que parecen puestas a posta para practicar boulder.
Cuando ves El Capitan por primera vez no puedes evitar que la boca se te abra de asombro, pero cuando estás debajo cuesta creer que ese bicho gigante de granito pueda llegar a existir y sobre todo que haya escaladores que se atrevan a subirse a él. Pero en mitad de ese monstruo y aunque apenas se distingue por la distancia a la que está, vemos montada una tienda vertical. Estar ahí de pie, tocando esa pared, me hace sentir una emoción indescriptible, ya que ver varias ascensiones a El Capitan como la de Tommy Caldwell o Alex Honnold fueron el punto de partida por mi reciente curiosidad por la escalada. Y ahí estoy, en la meca de todo escalador, recorriendo la pared de granito con mis dedos e imaginando cómo tiene que ser subir ahí arriba.
La lluvia comienza a caer de nuevo, así que volvemos al camping donde intentamos encender un fuego que dura poco por culpa del agua que cada vez es más abundante, por lo que desistimos y tras cenar dentro del coche nos metemos en la tienda de campaña con el sonido de la lluvia cayendo sobre nuestras cabezas. Se acerca una noche que pinta a que va a ser dura.
Día 12 (jueves, 16 de mayo de 2019)
Se ha tirado toda la noche lloviendo y probablemente ha sido la vez que más frío he pasado en mi vida a pesar de todas las capas de ropa, pero seguimos vivos y comienza un nuevo día en Yosemite, aunque está anunciado que hará un día de perros con muchísima lluvia, por lo que estamos mentalmente preparados para una jornada muy larga en el camping y recorriendo el parque en coche. Por suerte, mientras desayunamos un rayo de luz llama mi atención: la lluvia ha parado y parece que vamos a tener una ventana de buen tiempo, por lo que nos ponemos en marcha rápidamente y corremos a Tunnel View ya que la niebla y las nubes bajas nos rodean y creo que se pueden dar buenas condiciones para sacar fotos desde ese punto. Y por lo visto no fui la única en pensarlo, porque al llegar aquello está hasta arriba de fotógrafos, tan saturado que roza lo ridículo.
No nos entretenemos en exceso en Tunnel View y nos movemos rápidamente hasta el siguiente punto que es, cómo no, El Capitan. Paramos en la famosa pradera y vemos que la tienda vertical sigue en mitad de la pared, lo que nos hace preguntarnos quién estará tan loco como para haber pasado esta noche de perros ahí arriba. Las nubes en movimiento y el sol juegan su papel sobre las enormes paredes y aprovechamos para sacar la cámara. Es un lugar realmente mágico. Cuando las nubes vuelven a cubrirlo todo nos vamos a buscar algún lugar para comer ya que estamos hartos de sandwiches y ponernos a cocinar no es una opción por la amenaza de lluvia. Una vez hemos llenado el estómago (bendita pizza de pepperoni) aprovechamos que llueve para visitar la Ansel Adams Gallery, uno de los fotógrafos influyentes de la historia, sobre todo por su extensa colección de fotografías de Yosemite. Al salir, el sol vuelve a aparecer, así que decidimos dejar el Visitor Center para más adelante y salimos corriendo a hacer la ruta de Mirror Lake. Cuando llegamos al lago este está a rebosar de agua, pero tampoco vemos nada interesante para sacar fotos y además vuelve a llover con fuerza, así que volvemos corriendo al coche. Un café caliente para volver a entrar en calor antes de retomar la visita al Visitor Center, pero que encontramos cerrado, por lo que tomamos rumbo de vuelta a nuestro camping, donde aprovechamos para descansar y leer un rato antes de dormir por última vez en este paraíso.
En la cafetería hemos echado un ojo a las previsiones, que anuncian frío, lluvia e incluso nieve, así que ponemos la alarma para levantarnos antes de que salga el sol e intentar conseguir unas buenas fotos para despedirnos de Yosemite mientras lo vemos amanecer por última vez.
Día 13 (viernes, 17 de mayo de 2019)
La alarma suena a las 4:45 de la mañana y aún es noche cerrada. La lluvia no ha parado en toda la noche y el frío ha sido descomunal, pero fuera de la tienda no veo ni rastro de nieve y me llevo un pequeño chasco ya que esperaba encontrarme una imagen invernal. Entramos al calor del coche y nos ponemos dirección al Tunnel View. Por el camino y a los extremos de la carretera distingo el brillo de varios ojos que nos observan y que al pasar al lado compruebo que son cervatillos, que al estar el parque tan en calma, se acercan muchísimo a la carretera.
A medida que vamos subiendo, distinguimos con las primeras luces del amanecer que las cumbres de las montañas sí que están nevadas y una espesa niebla lo cubre todo, pero aún así decidimos esperar en mitad de un frío espectacular a ver el amanecer; esto es Yosemite y aquí nunca se sabe qué puedes encontrarte. A medida que el sol va apareciendo, la nieve se mueve haciendo que no haya una foto igual a otra. Nos morimos de frío y apenas puedo sentir los dedos, pero tampoco queremos irnos y perdernos este espectáculo. Tenemos a un puñado de valientes fotógrafos a nuestro lado aguantando el frío y todos comentan que el amanecer de hoy es como ver el amanecer del valle en pleno invierno. La verdad es que tenemos la sensación de haber visto Yosemite en dos estaciones totalmente diferentes, y aunque las últimas dos noches han sido durísimas, nos sentimos enormemente agradecidos por lo que hemos vivido. Incluso por la aventura del primer día en Sentinel Dome, ya que descubrimos que han vuelto a cerrar Glacier Road por nieve y tuvimos la gran suerte de que la abrieran unos días y así poder visitar el Sentinel Dome.
Nos despedimos de este lugar prometiendo volver. Creo que nunca en mi vida he sentido una conexión tan fuerte con un lugar que no esté en la costa, el sentimiento de no querer irme e incluso la sensación de tener un nudo en la garganta disfrutando de lo que mis ojos están viendo. El amanecer sigue con su juego de nubes, niebla e incluso algún rayo de luz, Yosemite despierta un nuevo día y nosotros nos despedimos felices por haberlo disfrutado al máximo.
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