Día 8 (domingo, 12 de mayo de 2019)
Despertamos, desayunamos y nos tomamos la mañana con calma porque se anuncian tormentas en Sequoia National Park y no nos apetece tener que montar la tienda de campaña en mitad de una tormenta. Ya de camino, paramos en un Walmart para comprar todo lo necesario para nuestra primera noche de camping. Comprar en un supermercado que no conoces y que tiene tantas cosas nuevas (y ricas) es dificilísimo, por eso nos lleva más tiempo del esperado y ahora toca correr para llegar a tiempo. Al volver al coche este marca 41ºC, ¿es que nunca nos vamos a escapar del calor?
Al llegar al camping empezamos a montar la tienda, pero las prisas hacen que nos liemos y tardamos una eternidad. Vísteme despacio que tengo prisa… Además, un cartel anuncia que en las últimas semanas se han visto varios osos en la zona de acampada, así que le dedicamos especial atención a guardar la comida y demás objetos con olor en la caja antiosos. Sin siquiera tiempo para comer, salimos corriendo ya que queremos hacer el Congress Trail, pero de camino nos damos cuenta de lo lejísimos que está el inicio del trail de nuestro camping, por lo que creemos que apenas vamos a poder ver nada. A medida que subimos por una carretera llena de curvas la temperatura va bajando y vemos las primeras secuoyas, que son enormes en comparación al resto de árboles que las rodean.
Llegamos al parking donde hay restos de las nevadas y nos metemos directos en el Congress Trail, pero lo recorremos a toda prisa y sin apenas disfrutarlo, ya que no queremos que se nos haga de noche antes de volver al camping . De hecho ni siquiera llegamos a terminar el trail ya que queda poco tiempo de luz y ahí no se ve un alma, lo que sumado a la idea de que nos aparezca un oso hace que nos demos la vuelta. De vuelta en el camping, sin apenas luz, tenemos la sensación de habernos quedado totalmente a medias. Y para colmo descubrimos que la bombona de gas que compramos para el hornillo que traíamos de casa no vale para este, así que nos tenemos que conformar con cenar un triste sandwich a medias e irnos a la cama con el estómago vacío y una sensación agria por no haber aprovechado bien el día.
Día 9 (lunes, 13 de mayo de 2019)
Nos levantamos sorprendidos de lo bien que hemos dormido, así que rápidamente aprovechamos esa energía para recoger todo y dejar el camping. Nuestro siguiente destino es King’s Canyon, pero dado que para llegar allí hay que pasar por el parking de Congress Trail, decidimos volver a intentarlo, esta vez para poder hacerlo entero y con calma; y la verdad es que mereció la pena. La parte del trail que nos habíamos dejado sin hacer el día anterior es lo más impresionante de la ruta. Nos rodea un silencio y una soledad que sólo se rompe con el sonido del bosque: pájaros, ranas, un pequeño río… Es increíble ver secuoyas tan de cerca y tan juntas unas de otras, tocar la corteza que parece de un animal peludo, observar las marcas de los incendios… ¿Sabíais que las secuoyas NECESITAN incendios para seguir creciendo?
Una vez terminado el trail y con otro sabor de boca, ponemos rumbo a King’s Canyon, aunque nos limitamos a recorrerlo en coche ya que no vemos ninguna ruta que nos apetezca hacer y queremos guardar fuerzas para lo que viene, así que conducimos directos a Fresno, donde vamos a dormir antes de uno de los momentos más esperados del roadtrip: Yosemite National Park.
Día 10 (martes, 14 de mayo de 2019)
Me despierto media hora antes de que suene la alarma con los nervios a flor de piel. Yosemite para mí es el plato fuerte del viaje y no puedo esperar a llegar, aunque parte de estos nervios viene debido a que llevamos unos días siguiendo las predicciones meteorológicas que anuncian la entrada de un temporal totalmente invernal que podría dejarnos incluso nieve. ¡Nieve en mayo!
Tenemos 2 horas y media de coche y hace un tiempo buenísimo. Por el camino aprovecho para hacer un repaso a los trails que sí o sí queremos hacer y cómo nos podríamos organizar en caso de lluvias. Otro «problema» es la reserva del camping, que no estamos 100% seguros de que esté bien hecha. Conseguir una parcela en uno de los campings dentro del parque es casi imposible: pocas plazas, muchísima demanda. De hecho, las reservas hay que hacerlas con 6 meses de antelación y las plazas tardan minutos en agotarse. El día que hicimos la reserva, tras un momento de locura porque la web se colgaba, conseguimos la última plaza disponible en Upper Pines Campground, pero por alguna razón la reserva aparecía duplicada y con un aviso de que tenía que ser revisada. Desde ese momento arrastramos el miedo a que algo estuviera mal y nos quedáramos a las puertas, sumado a la angustia de qué hacer si se diera ese caso, ya que conseguir alojamiento en Yosemite ya es difícil de por sí (y muy caro) incluso con antelación, no quiero imaginar conseguir algo in situ.
Al principio, el camino hacia Yosemite me parece normalito, nada que no haya visto en Euskadi antes. Pero en el momento en el que entramos al valle la cosa cambia y me pego a la ventanilla con la boca abierta como una niña en Disneyland. Nos vemos rodeados de bosques, montañas de granito gigantes y cascadas por doquier. Es como si alguien hubiera cogido los elementos más impresionantes de la naturaleza y los hubiera puesto en un mismo lugar para hacer un escenario perfecto. Vamos directos al camping de Upper Pines cruzando dedos para no tener ningún problema, pero un ranger majísimo nos da la bienvenida y las instrucciones del camping, sobre todo en lo que respecta a los osos.
Llegamos, montamos la tienda (esta vez lo hacemos rapidísimo) y por fin comemos estrenando el campingas; por fin comida caliente. Con el estómago lleno, montamos en el coche y subimos por Glacier Road para hacer la ruta circular de Sentinel Dome y Taft Point. Por el camino cruzamos un bosque totalmente calcinado, probablemente por los enormes incendios que sufrió California el año pasado. A medida que avanzamos, la nieve a los bordes de la carretera es más y más abundante. No hay que olvidar que abrieron estas carreteras hace apenas 5 días, ya que pasan todo el invierno cerradas por las intensas nevadas.
Al llegar al parking donde inicia el trail, un cartel indica que es no recomendable hacer la ruta debido a la poca visibilidad del camino por nieve, pero a pesar de que Borja no lo ve claro, yo quiero hacerlo y le prometo que si al poco de iniciar la ruta lo vemos peligroso, nos damos media vuelta. En la nieve se pueden ver huellas de otros que se han aventurado a hacerla, así que tan difícil no será. Además, he sido previsora y he descargado el mapa de Google Maps para verlo sin conexión (en Yosemite no tengo internet) y en todo momento nos indica dónde estamos y la línea del trail. En mal momento decidí aventurarme… Llegar hasta el alto de Sentinel Dome es relativamente fácil ya que se ven huellas claramente, y menos mal, ya que allí las rutas apenas están señalizadas. Una vez en la cima de la gran roca, que está libre de nieve, la vista es impresionante mires a donde mires, aunque ahí arriba el viento helado se hace notar. Desde arriba la vista de las cascadas y del Half Dome te dejan sin palabras.
El tiempo vuela sacando fotos a todo lo que nos rodea, además estamos prácticamente solos, lo que lo hace más especial. Borja me avisa de que debemos ponernos en marcha si queremos llegar a Taft Point, ya que el sol está bajando rápidamente, y aquí es donde empiezan los problemas. El desvío desde las faldas del Sentinel Dome hacia la ruta que nos lleva a Taft Point no está muy claro y terminamos bajando una ladera empinada y llena de nieve que tenemos que volver a subir ya que esta termina en un precipicio. En ese momento decido sacar el móvil para ayudarnos del GPS, que nos lleva por una ruta imposible atravesando caminos estrechísimos llenos de nieve y con árboles caídos que nos hacen tomar especial precaución, un resbalón y la caída ladera abajo no va a terminar bien, ya que nos espera un gran precipicio. En un momento dado incluso nos damos cuenta de que estamos volviendo hacia Sentinel Dome en lugar de alejarnos. Nos cruzamos con una pareja y eso nos hace seguir adelante, si ellos vienen es que más tarde el camino no será tan malo y además seguimos viendo huellas en la nieve.
Pero de pronto nos adentramos en el bosque donde las huellas ya no son tan claras y aunque me sigo guiando con el GPS del móvil, no sé hasta qué punto es fiable. Seguimos por el bosque hasta que de pronto nos encontramos con un obstáculo serio: un río de un par de metros de ancho, que aunque no es muy profundo, no podemos cruzar ya que el agua baja totalmente helada y mínimo nos cubriría hasta las rodillas. Volver sobre nuestros pasos ya no es una opción, ya que el sol está bajando rápidamente y dudo mucho que podamos retroceder por donde hemos venido hasta llegar al parking sin que se nos haga de noche. Así que comenzamos a bordear el río hasta que por fin encontramos un tronco que cruza al otro lado y que parece que aguantará nuestro peso. A partir de ahí apretamos el ritmo todo lo que podemos porque realmente la luz es escasa y más aún en ese bosque tan frondoso. A eso hay que sumarle que estamos en una zona más «salvaje» del parque y prefiero no pensar en cruzarnos con algún animal en esa situación. Obviamente llegar a Taft Point ya no es nuestro objetivo, sino conseguir llegar al coche antes de que anochezca, por lo que aunque estamos exhaustos y sedientos preferimos no parar para no perder ni un minuto de luz.
Borja me pregunta cuánto queda y le respondo que creo que poco, aunque viendo el mapa del móvil mi cabeza me dice que se nos va a hacer de noche en el bosque, pero prefiero mentirle para no ponerle más nervioso. En todo momento intentamos seguir huellas en la nieve, aunque no vemos una sola persona, siempre asegurando con el GPS, pero a ratos pasamos por zonas donde ya no hay nieve (por lo tanto, no hay huellas) y nos hace desviarnos del camino, lo que nos hace perder más tiempo. Borja está muy nervioso (no es para menos) y vamos prácticamente corriendo sin saber si conseguiremos salir, así que me ahorro comentar en alto las manchas rojas que veo en la nieve y que tienen pinta de ser sangre de algún animal.
Después de un buen rato subiendo por fin salimos del bosque, lo que es una buena noticia, ya que el sol hace rato que se ha escondido tras las montañas y dentro del bosque la luz era prácticamente nula. Vuelvo a mirar el GPS y compruebo que el parking está a pocos metros, pero para llegar hay que volver a cruzar un río. Lo cruzo a nado si hace falta, lo que sea con tal de llegar al coche. Como habíamos hecho antes, rodeamos el borde del río en busca de un paso, hasta que un buen rato después damos con una especie de «puente» natural hecho de nieve. Ya está, ahora sí que estamos cerca. En una atmósfera en la que todo parece azul y que es la previa a la oscuridad total de la noche, vemos las luces de un coche que pasa por una carretera a apenas 20 metros y nos fundimos en un abrazo entre risas nerviosas y una sensación de felicidad extrema por haberlo conseguido. En mi cabeza ya me estaba imaginando cómo íbamos a sobrevivir a la noche en mitad del bosque nevado sin que nadie supiera que estábamos allí.
Durante el camino de vuelta y pasando por El Capitan, vemos un par de luces en mitad de esa mole de granito, lo que significa que hay gente escalando de noche con frontales. Es brutal ver esas luces diminutas perdidas en una pared tan gigante. Al llegar a nuestro hogar junto a la tienda de campaña, hacemos un fuego para entrar en calor y calentar un par de tazas con leche antes de meternos en los sacos de dormir, totalmente reventados y con la certeza de que Yosemite nos ha recibido dejando claro que este no es un patio de colegio y que los peligros son reales si te la juegas.
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