Todos tenemos una ciudad a la que volveríamos una y otra vez, y la mía es Londres, aunque suene a cliché.
Ya han pasado 7 años desde que viajé a Londres por primera vez y desde entonces he vuelto siempre que he podido, procurando hospedarme en el mismo sitio que la vez anterior para tener esa sensación de que vuelvo a casa. Porque si algún día tuviera que salir del país para buscarme la vida mi destino sería la ciudad inglesa sin ninguna duda.
Londres es mucho más que la transitada Camden, el Big Ben y el London Eye. Londres es una ciudad para dejarse llevar, perderse entre sus calles y descubrir sus tesoros ocultos. Para entrar en una vieja tienda de discos y disfrutar del olor a vinilo. Para perderse en uno de sus mercadillos en busca de joyas en forma de cámaras de fotos. Para descubrir músicos con un talento increíble actuando en plena calle y pararte a escucharles un rato preguntándote si algún día tocarán en un gran escenario.
Pero creo que lo que más me gusta de Londres es que a pesar de vivir a la par de la era moderna, sigue manteniendo la esencia de la ciudad antigua que realmente es. Por eso mi cabecita loca de fotógrafa no acepta otra cosa que no sea viajar a la capital de Inglaterra con una cámara analógica para mantener esa esencia.

















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